viernes, 1 de octubre de 2021

LA FLOR Y EL GORRIÓN... (Primera parte)

En una época en que la poesía me fluía a flor de piel, supe "hacerle algunos versos" al amor de mi vida y terminé dedicándole un cuento, inspirándome en la historia del aviador francés Antoine de Saint - Exupéry cuando trabajaba para el correo postal argentino y conoció a la señorita que sería su musa inspiradora al tiempo de escribir "El principito" (Le Petit Prince)...



"En el jardín de una reina madre había germinado un jazmín que supe conocer cuando apenas era un capullo y esperaba florecer a la sombra de un humilde gorrión que le hiciera compañía...

Para el jazmín, su gorrión parecía un hermoso colibrí de bellos colores que buscaba beber de su elixir...

Pero el gorrión no se daba cuenta, o no se quería dar por enterado, de lo mucho que lo pretendían, porque la flor lo amaba con todo su ser, sin embargo, como él no estaba seguro de sus sentimientos y no quería hacerle daño, se engañaba a sí mismo diciéndose que ése sentimiento sería pasajero.

El jazmín o la flor, entre nosotros para entendernos mejor, la llamaremos "La Bella", se había enamorado del cantar de ésta avecilla, aunque para él su voz sonara áspera y poco melodiosa porque le hubiera gustado cantar como un ruiseñor...

La Bella recordaba que el malvón, que era el más viejo de todos los integrantes del jardín y resultaba ser como un patriarca de las flores, le había comentado: "¡Qué linda voz tiene ese muchacho"... y ella había guardado dichas palabras en su corazón.

No obstante el gorrión, aunque no se daba por aludido, revoloteaba el jardín, volviendo a la fuente para refrescarse. Él también se había hecho algunas ilusiones pero como sabía que el corazón puede ser traicionero se quería convencer de que aquel idilio no era posible pues pertenecían a mundos diferentes.

Mientras tanto la Rosa, que habitaba el mismo jardín que la pequeña, como tenía más experiencia en cuestiones del corazón, trataba de consolarla diciéndole que ya se le pasaría, pero sin resultado.

Ella se sentía herida y por despecho se deshizo de unas plumas que guardaba de recuerdo. Así son las mujeres, aún las más pequeñas, que suelen guardar cositas a las que les dan mucho valor. Pero cuando se enojan... En fin, así son ellas, hermosas y tiernas pero complicadas.

Sin embargo el amor siempre fue más fuerte y permanente que su enojo, y a pesar de los recios vientos huracanados, tiempos tormentosos y avatares de la vida, ella siguió esperando porque creía en el amor...

Con el paso del tiempo sus pétalos se fueron abriendo, dejando brotar su aroma; mientras sus lágrimas, disimuladas como gotas de rocío, permitían que fuera creciendo hasta alcanzar su máximo esplendor.

El gorrión atraído por su perfume regresó al jardín del que nunca tendría que haber partido, sabiendo en su interior que podía estar tranquilo, aunque arrepentido, porque era como si nunca se hubiera ido.

En tanto, el jazmín había cambiado su aspecto y ya no era un tímido capullo que asomaba entre las flores de su paraíso, pero aunque había crecido, guardaba la misma frescura de entonces...

Así que regresando donde su amiga, revoloteó a su alrededor, la miró con ternura y le preguntó si quería compartir para siempre su nido y celebrando el acontecimiento la alimentó con su pico.



El amor imposible se había hecho realidad, porque aunque ella por naturaleza no podía volar, sus manos como si fueran alas, surcaron el espacio para poder acariciarlo y expresarle su cariño y ternura, aunque en realidad era a través de sus manos que siempre le había manifestado su amor.

De ésta manera, ella podía apreciar la veracidad del proverbio que dice que "La expectativa pospuesta enferma el corazón, pero la cosa deseada es árbol de vida cuando sí viene." El amor y la esperanza habían sido su sostén pero ahora el sueño se había hecho realidad...

Entonces él, aunque había sido un pajarillo libre y bohemio estuvo dispuesto a compartir su autonomía de vuelo y... dejaron volar su imaginación para que ésta resultara ser el más bonito juguete del viento"...



Continuará...

Claudio, el que no claudica

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